Se nos está yendo octubre y en el hemisferio de quien suscribe el sol comienza a ser todo un tema.
La luz solar es imprescindible para que nuestro cuerpo produzca vitamina D y pueda fijar el calcio. Además activa la circulación y refuerza el sistema inmunológico.
El problema es -como en tantos aspectos de la vida- el exceso. Si sólo nos expusiéramos 15 minutos al día, sería suficiente para disfrutar de todos los beneficios que nos brinda el sol. Pero en dosis más altas se torna peligroso.
La piel tiene “memoria”. Es decir, el exceso de luz solar queda “registrado”. Con el paso del tiempo se comenzará a notar envejecimiento prematuro, manchas y alergias.
Durante la exposición al sol, la síntesis de colágeno se anula y puede llegar a verse reducida hasta un 90% ocho horas después.
Los rayos ultravioletas pueden ser UVB o UVA. Los UVB llegan a poca profundidad y son los responsables principales del “bronceado” como resultado de la producción de melanina. ¡Ojo! ¡Que también son los responsables de las quemaduras y del engrosamiento de la epidermis para defenderse de la luz del sol!
En cambio los rayos ultravioleta UVA penetran hasta una profundidad mayor y son los responsables de la pigmentación rápida y pasajera. El problema está en que sus efectos se van acumulando con el tiempo y provocan un desequilibrio en el colágeno y la elastina. Y esto, obviamente, generará manchas, arrugas y flaccidez de la piel.
Los rayos UVA tienen lugar durante todo el año e incluso en los días nublados. La radiación UVA compone el 95% de la radiación ultravioleta que llega a la superficie de tu piel. Atraviesa las nubes, los vidrios y, por supuesto, tu epidermis. Al contrario que la radiación UVB, es indolora y puede penetrar muy profundo hasta llegar a las células de la dermis.
Afecciones a la piel
Los rayos UVA también producen radicales libres. Te lo recuerdo: son esos que alteran las células y que a la larga llegan a ser la causa de algunos de los siguientes padecimientos:
Fotoenvejecimiento: es decir un cambio en la orientación de la elastina y las fibras de colágeno que provocará que la piel “se descuelgue” y pierda su firmeza. Obviamente también aparecerán arrugas.
Intolerancia al sol: este nombre engloba diversas alteraciones que tienen como factor común la reacción de la piel. Hay que aclarar algo: la alergia al sol como tal, no existe. Lo que hay son alteraciones dermatológicas vinculadas a la exposición.
Trastornos de la pigmentación: La sensibilidad a la luz solar varía según la cantidad de melanina en la piel. Las personas de piel oscura tienen más melanina y, por consiguiente, mayor protección propia contra los efectos perjudiciales del sol. Pero todas las personas son vulnerables a la exposición a los rayos ultravioletas y pueden desarrollar lesiones y efectos a largo plazo. Es importante que estés atenta a las “manchas de envejecimiento” porque son una señal de advertencia que te está diciendo: “se agotó tu capital solar”. O sea: tu límite máximo de exposición. O sea: si seguís tomando sol esas manchas se van a ir volviendo más visibles. O sea.
Cáncer de piel: el principal factor de riesgo implicado en su aparición son las radiaciones solares (fundamental en los carcinomas) sobre todo las de tipo B (UVB) y las de tipo A (UVA). En la piel, estas radiaciones son capaces de producir mutaciones en el material genético (ADN) de las distintas células que componen la piel e impedir su reparación, iniciándose así el proceso de la carcinogénesis o formación de un cáncer.