Como en tantos otros aspectos de tu vida, los cambios verdaderos se hacen desde adentro. Ya sabés: tenés que hidratarte y alimentarte bien.
Pero veamos qué se puede hacer desde afuera. Para eso está la cosmética. Y el buen uso de ésta depende de cuánto conozcas tu propia piel.
La industria no ayuda en nada. Etiquetas como “para todo tipo de pieles” o “para mujeres de 50 años” nos confunden todo el tiempo.
En esto hay que ser muy responsable. Vos tenés un tipo de piel. No dos. No tres. Uno.
Y probablemente lo mantengas durante toda tu vida. Y digo “probablemente” porque en algunos casos podría variar, sea de forma temporal o definitiva, sea a causa de agentes internos o externos.
Y el producto que usás tiene que ser para tu tipo de piel. No para otro. Y punto.
¿Qué es lo que determina tu tipo de piel? Técnicamente dicho es tu “emulsión epicutánea”. O tu “manto hidrolipídico” si lo querés más sencillo. Naahhh… tranca.
Más fácil: es una película que te recubre y te protege. Y se forma cuando se combinan el agua de las glándulas sudoríparas (o sea el sudor) con los lípidos que producen las glándulas sebáceas y la capa córnea (la capa más externa de la epidermis).
Repasando: tu tipo de piel lo determina esa película llamada “emulsión epicutánea”.
Tu piel puede ser básicamente de cuatro tipos:
Normal: es la piel que todo el mundo querría tener. Equilibrada. Ni demasiado grasa ni demasiado seca. Lisa. De color rosado, luminosa, con poros imperceptibles, suave, elástica y flexible… ¡Wow! ¡La que uno compraría sin preguntar el precio!
Seca: es la que tiene una emulsión epicutánea débil que no puede cumplir bien su función protectora. Entonces el agua que hay en la piel se evapora y la piel se reseca. A menudo se debe a una falta de sebo natural pero también puede darse en personas que exponen su piel a agresiones frecuentes e intensas (por razones de higiene excesiva o por la actividad que realiza). Los poros también son imperceptibles pero en este caso la piel es opaca, sin brillo, con marcada tendencia al enrojecimiento y a la descamación. Es áspera y con poca flexibilidad y elasticidad.
Grasa: se caracteriza por una producción excesiva de sebo, producto de una hipersecreción de las glándulas sebáceas. La piel brilla y es más propensa a producir acné y a tener los poros dilatados. Son pieles gruesas y suelen tener un color más cetrino. Se desarrolla durante la pubertad pero puede permanecer durante la edad adulta. Un lavado demasiado agresivo podría estimular las glándulas sebáceas, que interpretarán este mensaje como si la película hidrolipídica estuviera falta de grasa… ¡Un círculo vicioso del que hay que salir cuanto antes!
Mixta: se caracteriza por tener una parte grasa y otra seca al mismo tiempo. En el rostro este tipo de piel es grasa en la “zona T” (desde la punta de la barbilla hasta la frente, pasando por la nariz) y en el resto (mejillas, cuello y contorno de los ojos) es seca. La mayoría de las pieles que son normales en la juventud se vuelven mixtas en la edad adulta.
Hay una propiedad que no puede caracterizarse como “tipo de piel” pero que es importante conocer. Hablo de la denominada “piel sensible”. ¿Por qué no es un “tipo”? Porque se puede manifestar tanto en pieles secas como en pieles grasas. Se la distingue por algunas características desagradables: enrojecimiento, erupciones o sensación de calor. Una piel poco cómoda, por así decirlo.
Hay numerosos factores que pueden hacer que nuestra piel se vuelva más frágil: el clima, la contaminación, el sol o la radiación ultravioleta. Estas pieles son difíciles de cuidar, ya que son muy reactivas.
Ojo con los errores de apreciación
Por último, quiero remarcar que muchas mujeres cometen el error de no “catalogar” correctamente su tipo de piel. Este error las lleva a utilizar productos o tratamientos no adecuados que pueden provocar daños.
El origen del error es sencillo. Antes de hacer la “apreciación” de tu piel conviene tener en cuenta que “lo primero es lo primero”: si no estás hidratada y alimentada correctamente tu piel te va a transmitir un mensaje confuso o erróneo.
Vamos con tres ejemplos:
- Supongamos que tu piel tiende a la descamación y esto te hace pensar que es seca. Entonces le aplicás productos emolientes. Sin embargo, podría estar sucediendo que no bebés agua suficientemente y que la tuya sea una piel grasa deshidratada.
- Llegaste a la conclusión de que tu piel es grasa por sus poros dilatados. Entonces la tratás con cosméticos astringentes.
- Pensás que tu piel es grasa pero en realidad es mixta. Si la tratás con productos para piel grasa podrías acentuar la deshidratación.
El uso de productos no adecuados para tu tipo de piel puede llegar a aumentar su sequedad o, incluso, generar reacciones alérgicas.
En nuestra tienda tenemos sólo dos productos para todo tipo de piel: el Sérum de Vitamina C con Ácido hialurónico y el Oleogel para contorno de ojos. Para poder elaborarte cualquiera de los otros productos tenés que respondernos por WhatsApp (por única vez) unas preguntas muy sencillas que nos permiten identificar tu tipo de piel y el producto exacto que necesitás.